Cristobal


Siendo como es, nuestro idioma ESPAÑOL, tan rico en expresiones, tan vasto en vocabulario, me parece ocurrente y necesario hacer un alto en la corriente pesimista a la que nos llevan los políticos, los mercados, los pronósticos de doctos economistas que auguran mayores desventuras, como si no fueran ya bastantes las que acarreamos, con las tan cacareadas CRISIS, de todo, y la más preocupante quizás, la de la moral, la vergüenza, las buenas costumbres, la educación, la enseñanza… En una palabra cuanto siempre nuestros mayores nos habían inculcado. Si nos dejáramos llevar por esa inercia faltarían pañuelos para secarse las lágrimas de tanto pesar.
Por eso, no quiero dejarme influir por el desespero, y prefiero hacer un regate a tanta mentira y caos, para invitaros conmigo a "correr un estúpido velo" y poner algo de ironía a tamaño desbarajuste.
Como quiera que inicio este escrito con el título, de "Mis conversaciones con Cristóbal", debo presentaros al personaje: Hombre leal, magnífico encargado de obras, con todas la virtudes necesarias para serlo, pero entre las cuales no es preciso ser conocedor profundo de nuestro idioma ESPAÑOL, al que hago alusión.
Esto, me hace en cambio "sin querer", comparar sus capacidades, con las de ciertas "miembras", que destrozan igualmente el idioma, pero que para ellas, sí que debería ser obligatorio su dominio.
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     Estando en cierta ocasión citado en una finca con unos conocidísimos personajes a fin  de iniciar los trabajos de una enorme mansión, a la cual mi gran Cristóbal también estaba convocado por mi parte, extrañamente pasaba el tiempo y él no llegaba, por fin acudió y se llevó a cabo todo cuanto estaba previsto, situación, emplazamiento y demás preliminares propios de tales menesteres.
Asistían varias personas, entre ellas una señora famosa, arquitecto, propietario, un señor muy singular afincado en Marbella, y un par más de acompañantes, dibujado el escenario comienza la charla con Cristóbal en la oficina:

    - Cristóbal -le digo- ¿cómo es posible que llegases tarde a la cita si no ocurre eso en ti nunca?
    - Verá Uhté, don Osé, me traía er taxi parriba, cuando me topé en la carretera con su amigo el Potógrafo, ese que se paece ar Moicé, sí, el de las barbas que está gordo como un ceporro. Antonse le dije ar taxista… apárate aquí, me bajé, lo saludé, y me dí cuenta don Osé, questaba suando como un guarro, eran las cuatro la tarde, carretera Ronda, un sol de justicia, mes de Agosto, y claro, se me ocurrió decirle "cuando un  tío sale güeno es mehó que un mulo", yo con mi mehó voluntad don Osé!!, pos güeno, en de ve de agradecérmelo, me dijo cabreao… “Cristóbal te viá endiñá con el canuto”.
Sa fihao Uhté, lo desagradecía que es la gente?

-     Bueno, -le dije- ¿pero tú por qué le dices esas cosas, no ves que no te entiende?

Seguimos la charla, y la pregunté de nuevo:

    - ¿qué te ha parecido la gente?

-     El Rubio… más largo cun día sin pan, la tía esa la Quistina…  ojú Don Osé, con una muslá desa, hay pá tres tíos, y er de la barba y er bigote, cargao de collares, qué tío más raro, con tanto pahné, en colgajos y anillos, y no tiene ni pa unas gafas enteras. El arquitecto, paece un tío echao pa lante, la casa se pone ande a él le sale de los mismísimos, tanta tontería, que si pacá, que si pallá… Se pone ande él lo diga zipote y sacabao!.

-     Mira Cristóbal –contesté- el de la barba y los collares, no es que no tenga dinero para comprar unas gafas enteras, es que eso es así, se llama monóculo.

-     Ande uhté ya!! qué montículo ni montículo!! se va queá Uhté conmigo ¿pos no ve Uhté quer chavó engurruñe la heta ca vé que se coloca el cristal en el oho, que paece questá entreñío!!!??.

-     Bueno Cristóbal, vamos a dejarlo ya. ¿Te ha dado el taxista la factura que te dije?

-     Pos claro, Don Osé, menuda son las niñas de la oficina pa eso, las tiene Uhté bien enseñà ¿eh?.

-     A ver, enséñamela. La miro, y leo:

-     “Por Dir, por Golver, por Golver a Dir, y por Golver a Golver… totá son 1.5OO y en letras, mil quinientas pejetas”.

-     Muy bien Cristóbal, dáselas a las niñas y que te paguen, ahora bien, tu amigo… muy leído no está.

-     Qué vá Don Osé, si pa aprobá el examen de conducir, ha tardao dohaños!!, el poblema no era guiá, eso primero con el arao, y aluego con el tractó se defendía, pero como no sabe leé, se tuvo que aprende de memoria tor código pa aprobá y er de curtura, er padre se lo leía, y él lo repetía hasta que se queaba con la copla. Bueno, Don Osé, me voy que tengo que llegá, a la Caja, que tengo que peí un emprestamo, que la niña a metío la pata, y la viá tené que emparentá. Condió Don Osé, y la compaña!

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